domingo, 21 de agosto de 2016

INMERSION


                                                                         Hecho real.  Por Joaquin Verdeguer



Era un día maravilloso, soleado pero no muy caluroso ( ponerse el traje de neopreno con mucho calor es agobiante ). Uno de esos días en los que nada puede salir mal, y menos estando en la isla de Menorca. Los colores oxido, rojo, naranja tan intensos adheridos a la roca son de una inusual belleza. Corales, algas fluctuando al son de la corriente o reflujo de las olas te hacen sentir estar en otro planeta. Solo el que bucea puede entender el significado de mis palabras y de tanta belleza. Habíamos fondeado cerca de Benibeca, en la zona hay varias cuevas. El órgano, la catedral, solo por sus nombres os podéis imaginar la sensación, que se multiplica por la luminiscencia aturquesada que adopta el agua filtrando la luz del sol, en los diferentes orificios de la roca. Ni el Bosco hubiese podido imaginar un paisaje más surealista.

Ahí estábamos Joan Rocabert, Jose Maria Marco y yo. Al ponerme las aletas, se me rompe el pasador de modo que me veo obligado a cambiarlas por esas que te venden en los kits para niños con la mitad de superficie aletatoria. Joan va delante, es un gran profesional y conoce a la perfección el lugar, le sigue Jose Maria, ambos sin linterna. Yo voy el último teniendo que aletear con más energía. A las puertas de la cueva evaluando mis posibilidades y careciendo de linterna, aborto la idea de adentrarme en la cueva, viéndolos desaparecer en la total oscuridad. Permanezco en la zona intentando distraer la atención, ha pasado media hora y no los veo aparecer.  ( Normalmente con 190/200 bares  tienes para una hora, en consumo normal )Empiezo a ponerme nervioso y me pregunto si debo emerger y avisar a la guardia costera o al primero que tenga un móvil a mano, hace unos minutos que he bajado de los 50 bares y me encuentro a 33mt de profundidad ( hay que hacer un par de paradas 9mt y 3mt,o al menos una antes de los 3mt para descomprimir el aire que pueda haber en las venas) tengo un edificio de 12 plantas encima de mi ( 4 atmosferas ) es bastante presión. Con estos pensamientos por fin aparecen por un lateral del acantilado con cara de satisfacción. Joan me pregunta cuantos bares me quedan en el lenguaje del buceo, yo miro mi manómetro y le marco dos dedos ( 20 bares ), Joan creyendo que estoy de broma o que no lo ha entendido bien se acerca y me coge el manómetro para verificarlo, sorprendido me hace el gesto de salir escopetado hacia el barco ( probablemente a 400ntde distancia, 8 piscinas olímpicas tiempo de ascenso 15 ms ). En ese mismo instante doy mi última bocanada de aire a 30 mt de profundidad. Sé que debo estar sereno y no entrar en pánico, me tranquiliza saber que estoy con dos excelentes profesionales y en buenas manos, de modo que rodeo a Joan y tomo su octopus (regulador auxiliar/segunda etapa ) como si hubiese repetido y entrenado ese gesto eternamente. Poco a poco vamos subiendo y acercándonos al barco, algunos minutos después abandono el regulador de Joan  ( para no dejarle a él también sin aire ) y tomo el octopus de Jose Maria, diez minutos después ya estamos descomprimiendo y a la vista veo la obra viva del barco y la cadena del ancla, en breve ya estoy en la superficie del mar, sanos y salvos los tres.
Ha sido una experiencia cargada de emoción, no se han perdido en la cueva, ni ha surgido ningún contratiempo y yo he salido con éxito de una posible trombosis.

                                                                              FIN

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