martes, 30 de diciembre de 2014

TIBURON


EL TIBURON DE COZUMEL

                                      Cuento dedicado a mis amigos Xus y Ian por Joaquin Verdeguer

 

De pequeño me encantaba pasarme las tardes ojeando enciclopedias, sobre todo las fotos de aquellos países lejanos de exóticas playas cubiertas de cocoteros y soñaba con que algún día estaría disfrutando de aquel maravilloso entorno.
 

Faltaban cinco minutos para el aterrizaje y todo lo que se veía a través de la ventana del avión era una enorme alfombra verde que lo cubría todo incluido las casas y las carreteras. Al bajar del avión ese calor tropical se impregno en mi piel, es un calor extraño más denso, parece que tienes que ir apartándolo, la elevada humedad y pesadez, era patente. El taxi nos llevo al hotel, al día siguiente teníamos una excursión en una de esas típicas  barcas con techito de lona para protegerte del intenso sol.
Todavía Helios no había alcanzado su cenit cuando opte por hacer un poco de snorkel, la isla de Cozumel tiene una bellísima barrera de coral, en este lugar no es necesario bucear ya que la mayoría de corales están a poca profundidad y las aguas son tan cristalinas que se ve el fondo marino con gran nitidez. Uno puede pasarse horas y horas vislumbrando la magia del océano. Corales cerebro, coral rojo - Rubrum, coral hongo -  Fungia scutaria, coral azul – Heliopora, coral de hoja purpura – Gorgonia, coral amarillo azafrán – Millepora. Eso sin hablar de los múltiples peces e increíbles nudibranquios, ni el mismísimo Emilio Pucci tiene tanta imaginación combinando colores y texturas. Yo estaba totalmente anonadado ante tanta belleza. Sobre todo lo más impresionante es la paz que se siente en ese mundo acuático que parece de otra galaxia.
 
 
 

Los peces desaparecieron  de golpe, borrados de mi campo de visión, no tarde en saber el motivo….su sombra gris apareció en escena. Su aleta despuntaba sobre la superficie rozándola apenas, lo justo para marcar un surco de espuma. Jane me gritaba desde la barca, en estos casos hay que estar tranquilo, sobre todo no agitarse. Yo hice todo lo contrario, presa del pánico casi me trago el tubo, nadaba y aleteaba como una batidora, exactamente lo que no hay que hacer, creo que nadaba con tanta fuerza que batí todos los records de natación, salte a la barca como pez volador, presa del pánico creí vomitar mi propio corazón, aquella masa grasienta y rasposa abrió su enorme boca.  Di por hecho que se iba a tragar la barca entera y yo encima como un montadito, pero se quedo ahí parado.

-          Por favor, por favor, no tendrás unas sardinillas – me dijo el tiburón.

-          Sardinillas ?? le dije enfurecido por el susto que me había llevado.

-          Mírame ! - me dijo – ya no tengo dientes !

-          Era cierto aquel tiburón estaba mellado

-          Normalmente los tiburones tienen tres filas de dientes que van cayendo como hojas de otoño y se van regenerando.

-          Como te has quedado mellado ?- le pregunte.

-          Los tiburones vamos cambiando los dientes pero a cierta edad ya nos caen todos – me dijo – no morimos de viejos, morimos de hambre.

-          Casi me dio pena – Pues no tengo sardinillas, solo tengo un poco de sepia y unas gambitas para hacer una paella del “ señoret “

-          El tiburón me profirió una generosa sonrisa.

-          Hay cosas que ni los biólogos marinos saben.

           

                                                                FIN

 


martes, 9 de diciembre de 2014

EL BARCO FANTASMA


                                                                                                       Por Joaquin Verdeguer

Uno de los aspectos de interés en la vida de un navegante es la cantidad de gente ecléctica con la que te encuentras en los diferentes puertos del mundo, desde luego que somos una comunidad fuera de lo común, de la que estoy profundamente enamorado y otro tipo de vida me aburriría enormemente. Esta historia, más bien este drama ocurrió, pero para salvaguardar  la privacidad es mejor cambiar algunos datos, no lo cuento con la intención de cotillear, más bien por aprender de la vida.

 Fueron jóvenes, apasionados, soñadores y se amaban con locura, parecían cortados con las mismas tijeras, decidieron dejarlo todo y viajar a bordo de un barco para conquistar el mundo. Ella era una joven griega de una extrema belleza mediterránea, nariz fina y abundante melena ondulada color azabache con ojos rasgados a lo Sofia Loren, incluso la propia Nefertiti se habría sentido celosa. El venia del norte, de las estepas rusas, sus cabellos dorados y su porte, bien le daban el apodo de “Miguel Strogoff”. Las singladuras eran lo esperado y placenteras, pronto hicieron del mediterráneo su nido, Sicilia, Malta, Túnez, Grecia. Fruto de tanta felicidad nació un varón, Alexandros…. Su madre se entrego en cuerpo y alma por su retoño. Los años transcurrieron y Strogoff quedo en un segundo plano, desgraciadamente la bebida se fue apoderando poco a poco de él. La bella mujer decepcionada por la actitud de Strogoff se fue distanciando de la distancia que ella misma  había sembrado. Un mal día Alexandros ya un joven en edad universitaria le propuso a su madre volver a Atenas. La separación fue inminente, Strogoff siguió viviendo en el barco que al igual que él se fue deteriorando. En Atenas en una manifestación Alexandros fue víctima de un revés y perdió la vida. Ella quedo sola como esos árboles del Serengueti y se fue secando… su piel se quedo como la misma corteza (de hecho la llamábamos el árbol, antes de conocer la historia). Aquellas vidas quedaron aisladas por el destino, destruidas y tristes.

 
Cada mañana al levantarme veía aquel barco que parecía un barco fantasma, sin embargo en él vivía una vida, una vida desconocida para mi, parecía un barco abandonado  así como su ocupante que se arrastraba por los pantalanes. Donde quedaron las sonrisas, la alegría, los sueños, el amor, la ilusión por conquistar el mundo, donde fueron?, como la vida puede transformarse en algo tan cruel ?, dos vidas que tanto compartieron y que años después lo único que compartían era …….. la soledad.
 
                                                                                  FIN