domingo, 6 de mayo de 2018




EL TURISTA.
                                                                                                 Por Joaquín Verdeguer.

No sé si turista viene del griego o del latín. Pero es sorprendente lo tontos que llegan a ser algunos de ellos, dando lecciones a todo el que se le cruza por el camino. Zanzíbar es desde luego uno de esos paraísos que te acoge si quieres desaparecer del mapa, sobre todo la isla de Unguja.

Me había levantado temprano para aprovechar la marea. La calidad del agua cristalina con el turquesa que copia el fondo arenoso es cautivador. Caminaba haciendo slalom entre los Dhow de pescadores que varan sus barcos aprovechando la marea para calafatear sus cascos envejecidos por su labor, el salitre y ese sol de justicia que castiga al incauto. Una pareja venia descalza por la playa discutiendo en catalán. Ella paro en seco delante de uno de esos chiringuitos montados con cuatro palos, dos maderas haciendo de mesa y una docena de palmas  datileras haciendo de cobertizo. Cogió una preciosa caracola y se la puso al oído, no exactamente para oír el sonido del mar, más bien pensé yo que era para no oír al ….. acompañante. (Ya que yo no sabía si era su marido, su novio, o su primo de Bilbao). Ella se entretuvo probándose unos collares de conchas, mientras que él se fijó en el enorme zanzibareño que se encontraba semitumbado en una amplísima hamaca cruzada entre dos cocoteros, que no se esforzó para nada en tratar de venderles las caracolas, los collares y pendientes que tenía expuestos en tan espartana exposición.

-          Eres de aquí? Le pregunto en un pésimo inglés.

-          Sí, soy del pueblo, esta playa es mía.

-          En serio!!! - dijo el catalán  sorprendidísimo- Toda esta playa es tuya?? - Pregunto atónito.

-          Si, hasta el faro pertenecía a mi familia, ahora es mío.

Al catalán se le pusieron los ojos como chirivías- Y no se te ha ocurrido hacer un hotel?? –Pregunto pensando en el business.

-          Un hotel??? Para que??? Ya hay muchos hoteles en la isla- contesto sin entender que le pasaba a aquel pobre turista, quizás demasiado sol le fundía el encéfalo.

-          El catalán no se daba por vencido, parecía un pit bull zarandeando su presa y no daba su brazo a torcer.

-          Hombre !!! te montas un hotel aquíii, trabajas unos años y te forras a ganar dineroooo.

-          Pero para que???? Preguntaba el aborigen que no entendía nada de nuestra civilización.

-          Pues ganas un montón de pasta con los turistas, con tu hotel y puedes dedicarte a no hacer nada el resto de tu vida y tumbarte aquí en esta playa.

-          El pobre zanzibareño estaba desconcertado. No había oído algo tan absurdo en toda su vida que contaba con unas treinta primaveras.-  Pero que crees que estoy haciendo???- Y levantaba los hombros como iniciando un break dance.

Le arranco la caracola de las manos a la joven catalana, he hizo un gesto como diciendo: circulen, dejen paso y sigan caminando. Se giró dando la espalda al mar y se volvió a tumbar en su hamaca cruzada entre dos cocoteros.                                    
                                                                                FIN