miércoles, 10 de agosto de 2016

CAPITAN SIN FORTUNA


                                                                                             Por Joaquin Verdeguer


La vida en la mar no siempre enseña su cara más bonita, algunas tragedias acompañan este oficio.
Yo apenas conocía a Baltore, un hombre muy mayor que vivía en la marina del Sole, en Cagliari en Cerdeña. Coincidí con él e intercambie cuatro palabras porque con él paseaba un perro con una cojera muy pronunciada, un perro enorme y peludo. Me contaba que se lo llevaba al veterinario para sacrificarlo ya que su enfermedad no le permitía subir al barco, y que él consideraba, que el animal que había pasado toda su vida a su lado estaba sufriendo. Yo le escuchaba con gran tristeza porque entendía lo que me decía aunque no lo compartía. Es una decisión difícil de tomar. El hombre se fue alejando del pantalán cojeando casi tanto como aquel pobre animal, casi era cómico, porque pensé que de paso también lo podían sacrificar a él también.  Pronto me arrepentí profundamente de mis pensamientos porque no volví a ver a ninguno de los dos. Me llegue a sentir incluso culpable.
Mis quehaceres despistaron el día a día, hasta que salió el tema a conversación. Un marinero preguntaba a los vecinos si habíamos visto a Baltore, al parecer había desaparecido de verdad y debía algún dinero a la marina.
Unos meses después se presento la policía frente al barco.  Su barco permanecía amarrado en el mismo lugar. Subieron a bordo e hicieron un registro. Allí no había nada ni nadie.
Nosotros seguimos nuestro periplo abandonando la isla para seguir rumbo al sol naciente. Un  año más tarde volvimos a la marina para pasar el invierno y relajarnos. Casualmente me toco abarloarme al barco de Baltore que seguía en el mismo lugar, esta vez se podía ver el estado de abandono y podredumbre. Los mejillones eran tal que subían por la obra muerta y habían soldado el codaste a la pala del timón. Me entraron escalofríos, la madera ya empezaba a pudrirse.
Un día al amanecer, cuando estoy en la bañera tomando mi te matutino me quede mirando su genova, no tenía sentido, ese fardo…………… me acerque un poco más, hasta descubrir que ahí entre los pliegues de la tela estaba él.  Se había ahorcado en la proa de su barco, con esa última visión y a saber con qué pensamiento.


FIN

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