CAPITAN SIN FORTUNA
Por Joaquin Verdeguer
La vida en la mar no siempre
enseña su cara más bonita, algunas tragedias acompañan este oficio.
Yo apenas conocía a Baltore, un
hombre muy mayor que vivía en la marina del Sole, en Cagliari en Cerdeña.
Coincidí con él e intercambie cuatro palabras porque con él paseaba un perro
con una cojera muy pronunciada, un perro enorme y peludo. Me contaba que se lo
llevaba al veterinario para sacrificarlo ya que su enfermedad no le permitía
subir al barco, y que él consideraba, que el animal que había pasado toda su
vida a su lado estaba sufriendo. Yo le escuchaba con gran tristeza porque
entendía lo que me decía aunque no lo compartía. Es una decisión difícil de
tomar. El hombre se fue alejando del pantalán cojeando casi tanto como aquel
pobre animal, casi era cómico, porque pensé que de paso también lo podían sacrificar
a él también. Pronto me arrepentí
profundamente de mis pensamientos porque no volví a ver a ninguno de los dos.
Me llegue a sentir incluso culpable.
Mis quehaceres despistaron el día
a día, hasta que salió el tema a conversación. Un marinero preguntaba a los
vecinos si habíamos visto a Baltore, al parecer había desaparecido de verdad y
debía algún dinero a la marina.
Unos meses después se presento la
policía frente al barco. Su barco permanecía
amarrado en el mismo lugar. Subieron a bordo e hicieron un registro. Allí no
había nada ni nadie.
Nosotros seguimos nuestro periplo
abandonando la isla para seguir rumbo al sol naciente. Un año más tarde volvimos a la marina para pasar
el invierno y relajarnos. Casualmente me toco abarloarme al barco de Baltore
que seguía en el mismo lugar, esta vez se podía ver el estado de abandono y
podredumbre. Los mejillones eran tal que subían por la obra muerta y habían
soldado el codaste a la pala del timón. Me entraron escalofríos, la madera ya
empezaba a pudrirse.
Un día al amanecer, cuando estoy
en la bañera tomando mi te matutino me quede mirando su genova, no tenía
sentido, ese fardo…………… me acerque un poco más, hasta descubrir que ahí entre
los pliegues de la tela estaba él. Se
había ahorcado en la proa de su barco, con esa última visión y a saber con qué
pensamiento.
FIN
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