martes, 1 de noviembre de 2016

CAP DE FIBLÓ


       CAP DE FIBLÓ



                                                                                      Hecho real por Joaquin Verdeguer




Quizás algunos no saben a qué se le denomina Cap de fibló. Yo tampoco lo sabía, hasta que los locales me informaron de ello después de sufrir la inolvidable y sorprendente experiencia. Se trata de una manga marina o tornado típico del litoral mediterráneo.



Finales de verano, empieza la inestabilidad,  las fuertes y repentinas tormentas del otoño que anuncian el cambio de estación. Nosotros,  David,  Ricardo y yo volvíamos de unas estupendas vacaciones en Ibiza. Es una isla mágica, te ofrece lo inimaginable, vanguardia, exotismo, paz, exuberancia, naturaleza. Soltamos amarras al anochecer rumbo a Valencia, se suceden las guardias sin ningún contratiempo, todavía no apunta el alba cuando el cielo estrellado se cubre del manto de nubes, una de ellas se descuelga en forma de embudo, todavía no sucede nada, seguimos navegando de aleta y la ola nos ayuda. Sin entender que sucede bruscamente el velero da un giro de 180º  como un juguete  en manos de un niño. El velero es succionado y las olas cubren la cubierta, la mayor queda pegada entre obenques y jarcia, el velero acelera, intento corregir el rumbo pero la caña parece soldada al casco, con las dos manos no consigo moverlo ni un centímetro, nos ponemos los chalecos salvavidas yo de los nervios me lo pongo del revés. Les grito a David y Ricardo que acaban de despertar y subir a cubierta que bajen la mayor, acto imposible ya que la mayor está atrapada por la succión, como un corsé.  Así permanecemos durante más de media hora en sentido contrario, los rociones parecen cubos de agua en plena cara. Me sorprende la velocidad que alcanza el barco. Cuando por fin consigo modificar el rumbo, bajamos la mayor y recuperamos el control, volvemos a marcar rumbo a Valencia, el alba despunta y con la suave luz todo parece distinto, incluso que todo haya sido una pesadilla, la mar recupera sus colores, la fuerte marejada nos empuja surfeando la ola y Valencia está ahí con su inconfundible litoral de grúas. Todavía la adrenalina corre por mis venas con esa sensación de placer del guerrero vencedor, respiro a pleno pulmón y doy las gracias a Poseidón.



-          Por favor, la próxima vez, mándame unas sirenas.

 


                                                                                FIN

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