CAP DE FIBLÓ
Hecho real por Joaquin Verdeguer
Quizás
algunos no saben a qué se le denomina Cap de fibló. Yo tampoco lo sabía, hasta
que los locales me informaron de ello después de sufrir la inolvidable y
sorprendente experiencia. Se trata de una manga marina o tornado típico del
litoral mediterráneo.
Finales
de verano, empieza la inestabilidad, las
fuertes y repentinas tormentas del otoño que anuncian el cambio de estación.
Nosotros, David, Ricardo y yo volvíamos de unas estupendas
vacaciones en Ibiza. Es una isla mágica, te ofrece lo inimaginable, vanguardia,
exotismo, paz, exuberancia, naturaleza. Soltamos amarras al anochecer rumbo a
Valencia, se suceden las guardias sin ningún contratiempo, todavía no apunta el
alba cuando el cielo estrellado se cubre del manto de nubes, una de ellas se
descuelga en forma de embudo, todavía no sucede nada, seguimos navegando de
aleta y la ola nos ayuda. Sin entender que sucede bruscamente el velero da un
giro de 180º como un juguete en manos de un niño. El velero es succionado
y las olas cubren la cubierta, la mayor queda pegada entre obenques y jarcia,
el velero acelera, intento corregir el rumbo pero la caña parece soldada al
casco, con las dos manos no consigo moverlo ni un centímetro, nos ponemos los
chalecos salvavidas yo de los nervios me lo pongo del revés. Les grito a David
y Ricardo que acaban de despertar y subir a cubierta que bajen la mayor, acto
imposible ya que la mayor está atrapada por la succión, como un corsé. Así permanecemos durante más de media hora en
sentido contrario, los rociones parecen cubos de agua en plena cara. Me
sorprende la velocidad que alcanza el barco. Cuando por fin consigo modificar
el rumbo, bajamos la mayor y recuperamos el control, volvemos a marcar rumbo a Valencia,
el alba despunta y con la suave luz todo parece distinto, incluso que todo haya
sido una pesadilla, la mar recupera sus colores, la fuerte marejada nos empuja
surfeando la ola y Valencia está ahí con su inconfundible litoral de grúas. Todavía
la adrenalina corre por mis venas con esa sensación de placer del guerrero
vencedor, respiro a pleno pulmón y doy las gracias a Poseidón.
-
Por favor, la próxima vez, mándame unas sirenas.
FIN
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