EL FARO DEL PILAR, FORMENTERA.
Por Joaquín Verdeguer
Solía pasar los veranos en
Formentera, una pequeña isla situada al sur de las baleares. Algunos de mis amigos vivían en
la isla, formaban parte de los Algemesinenses que edificaron en la isla en los
años 70 y 80. Siempre había un techo para mí en el ambiente hippie. Personalmente
me gustaba ir al faro del Pilar, la zona más alta de la isla, las vistas y los
amaneceres desde el acantilado son espectaculares. Suele haber bastante gente
en la aurora cuando salen de los antros y discotecas.
Pero entre todos destacaba una
mujer de unos 40 años doblándome la edad. Tan bella, firme, clavada la mirada
en el horizonte. Me recordaba Victoria de Samotracia. Yo la observaba a una docena de metros, más que observar la admiraba. Pregunte en el pueblo quien
era, ya que todos los días se colocaba en el mismo lugar del acantilado.
-
A si !!
la mujer del farero !! me
contestaron en el colmado del Pilar.
Yo me preguntaba si aquella diosa
tenia nombre, porque al parecer solo era “la mujer del farero”, como si su alma
no le perteneciera, como si fuera de segundo rango, o si ser mujer era menos
que ser farero, pero la verdad es que a mí me motivo más todavía y seguí
visitando el lugar cada amanecer. Y cada día me acercaba un metro más.
Observaba sus rodillas, su perfil, su pelo ondulado ligeramente levantado por
la brisa descubriendo sus orejas sin abalorios y me iba enamorando. No sentía
mariposas en el estómago, yo sentía truenos y rayos, la electricidad recorría
todo mi cuerpo. A las dos semanas estaba apenas a un metro de ella.
-
Hola. Le dije simplemente
-
Hola me contesto ella sin girarse, sin
pestañear.
-
Te debe de gustar mucho este lugar, - le dije-
te veo todos los días, es bello verdad ??.
-
No, es triste. - me contesto.
Sinceramente no me esperaba esa
contestación.
-
De donde eres?? - me pregunto antes de que
pudiera decir palabra.
Yo que quería ligar con ella le
dije.
-
Justo de enfrente, donde fijas la mirada, he
venido llamado por ti, atraído por ti.
Entonces, con una ligera sonrisa
de sus perfilados labios semicarnosos su cuerpo se giró hacia mí.
-
Tú no te pareces en nada a él.
-
A tu marido??. El farero - me salió espontáneamente.
-
No, a mi hijo. Cayó por el acantilado a los doce
años. Nunca se encontró el cuerpo, ahora tendría tu edad.
Se acercó, con sus manos rodeo mi
nuca y me beso profundamente, cálidamente. Me quede petrificado, sin poder
moverme, sin poder respirar. Se fue y no volvió nunca más. Si vais al faro del
pilar veréis un poco a la izquierda una piedra con forma de cuerpo, nunca se
supo cómo llego allí.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario