por Joaquin Verdeguer
Probablemente Zákinthos es la
isla más bella de todo el mar jónico. Los venecianos la llamaban “La flor de
levante” no solo por su belleza, también por su fertilidad.
La isla fue conquistada por Atenienses,
por Filipo de Macedonia, Romanos, Vándalos, Normandos, Turcos, Venecianos,
Franceses, Rusos y Británicos. Aunque la arquitectura que perdura es la Veneciana,
que desgraciadamente fue destruida parcialmente en el terremoto de 1953.
Los contrastes entre el interior
y la costa son muy notables, aunque en el conjunto la isla se mantiene muy
virgen y poco construida. Todavía se aprecian bosques muy compactos,
infranqueables en las cumbres del centro, seguido de laderas cubiertas por
olivos, frutales, y viñedos de los que la isla es famosa en la variedad Corintia,
y la pasa Zante (muy dulce). Moteado de pequeñas poblaciones generalmente
agrícolas y ganaderas. Al llegar a la costa, enormes acantilados desafían al
mar quebrándose por diminutas playas de fina arena. Es entonces cuando se
perciben las villas de lujo escondidas entre limoneros, higueras y manzanos.
En la costa sur, la bahía de
Lagana ha sido declarada reserva natural. La tortuga del mediterráneo “Caretta
Caretta” en vías de extinción, desova en esta playa a principio del verano,
buscando una temperatura estable de la arena ya que esta temperatura influirá
en el género de las crías, si la arena alcanza los 28º serán macho, 30º 50%
macho y 50% hembra, 32º serán hembras. El periodo de incubación es de 80 a 90
días, saliendo las crías a finales de verano, principio de otoño.
Zákinthos le debe su nombre a
Zakinto hijo del rey Dárdano de Troya. Este, hijo de Zeus y Electra, quien fue
fundador de la ciudad de Dardania al pie del monte Ida, más bien conocida por
todos como Troya ( nombre posterior ). Actualmente el estrecho de los
Dardanelos recibe su nombre en honor a Dárdano.
Hoy la isla ha perdido ese
romanticismo mitológico, centrándose más bien al turismo estival. Tabernas,
cafés, hoteles y tiendas de suvenires ocupan el centro de la ciudad, sin perder
su encanto personal.